El arte de conversar

La conversación es una forma de entretenimiento que facilita el desarrollo de la sociabilidad entre quienes participan en ella. La sociabilidad se caracteriza por las cualidades que, quien la practica, pone en juego en cada encuentro con el otro: cultura, amabilidad, cordialidad, cortesía, "buenos modales", etc. Quienes saben conversar son personas sociables que disfrutan de la compañía de los otros y aprovechan esa circunstancia para cultivar su personalidad poniendo en práctica y desplegando las cualidades necesarias para pasar un momento agradable. La conversación como objeto de estudio presenta múltiples dimensiones desde las cuales puede ser abordada. De esa multiplicidad de dimensiones se destacan:
a. La dimensión histórica. A partir del siglo XVI comienzan a aparecer en Italia, y más tarde, entre los siglos XVII y XVIII, en Francia, y Gran Bretaña, manuales que tratan sobre la manera en que se deben cultivar los buenos modales. En ellos se trataban cuestiones tales como la buena conducta, buenas maneras, cortesía, urbanidad o civilidad. A partir de fines del siglo XVI se fundó en Francia una serie de academias o círculos literarios, siguiendo el modelo italiano y también interesadas en el lenguaje correcto. El siglo XVII fue la edad de oro de los salones en París. En en el siglo XVIII se acentuó la informalidad en Inglaterra y la conversación como arte empezó a practicarse en nuevas instituciones sociales como el café, la asamblea y el club. Los ingleses del siglo XVIII pugnaron por un estilo de conversación más libre y desenvuelto que el que cultivaron los franceses del siglo XVII.
b. La dimensión social. La conversación como práctica social exige el respeto y el cultivo de un estilo emparentado con el uso de la lengua legítima, lo cual implica el respeto por determinadas reglas y formas que regulan su desarrollo, la ubican dentro del espacio de lo distinguido y la separan de otras prácticas vulgares u ordinarias. En este sentido, la práctica social de la conversación es un aporte o una contribución a la estilización de la vida entendida como la formalización de prácticas que privilegian en todos los ámbitos y en todos los espacios sociales, la manera, el estilo, y la forma en detrimento de la función. Lo importante dentro de esta relación entre conversación y sociedad es que nuestras formas de conversar indican nuestra posición en la estructura social.
c. La dimensión lingüística. El análisis lingüístico se puede llevar a cabo desde una perspectiva macroestructural que se ocupa, por un lado, de los grandes bolques que componen la conversación: apertura, orientación, contenido, conclusión (apunta a la terminación del tema) y terminación (se refiere a la finalización de la conversación). Por otro lado, el análisis macroestructural estudia las funciones que se pueden detectar en su desarrollo: psicológicas (manifestación de anhelos, deseos, sentimientos, planes, etc.), sociales (exposición de roles, jerarquías, estatus, de los hablantes, etc.), pragmáticas (la principal de estas funciones está relacionada con el principio de cooperación) y la distribución de los turnos de cada uno de los participantes para tomar la palabra y cedérsela a otro interlocutor.
También se estudia la microestructura de la conversación. Desde allí se pretende dar cuenta de los enunciados individuales y sus relaciones. Incluye aspectos tales como las propiedades paratextuales de la conversación (gestos, miradas, mímicas, distancias, cercanías (tocar al otro, abrazarlo, etc.), los factores cognitivos (la capacidad de comprensión de los enunciados proferidos por los demás, las suposiciones, implicaturas conversacionales, etc.), los factores sociales de la interacción (el rol de cada participante, el status, las jerarquías, etc.) y las estrategias de los hablantes (estas estrategias suponen el conocimiento de las características de los interlocutores, para poder anticipar o prevenir posibles reacciones o futuras intervenciones de los otros en la conversasción).
d. La dimensión estética. Dominar el arte de la conversación supone no sólo capacidad para improvisar sino también disponer de un conjunto de saberes (contenidos) y competencias (formas). El buen conversador es capaz de dejar brillar a los otros, gratificando el amor propio de las personas con las que habla. Este saber "psicológico" se complementa con la exhibición de otras capacidades tales como la prudencia, el tacto y el recato. Se trata de edulcorar la realidad acudiendo a la fantasía a través de la seducción, la cortesía y la galantería. En la conversación se puede (y se debe) hacer sentir bien al otro. Durante su desarrollo se puede bromear sin que la broma llegue a herir o mortificar a los interlocutores. Ser ingenioso (tener esprit) es otra condición que va de la mano con la condición ociosa de la conversación. También el silencio juega un papel importante. Se trata del silencio cargado de expresividad y significados. La elocuencia del cuerpo es un recurso retórico importante en la configuración estética de la conversación. Del mismo modo, el tono, la modulación y el volumen de la voz contribuyen a modelar, en un sentido o en otro, el grado de armonía y belleza del encuentro. En cuanto a los temas, aunque no hay ninguno que no pueda ser tratado dentro de una conversación, el anfitrión valora las aptitudes de sus invitados y los incita a hablar de lo que más les gusta. "el gran secreto reside en hablar noblemente de las cosas bajas, más bien sencillamente de las cosas elevadas y muy galantemente de las cosas galantes, sin excesos de fervor y sin afectación."
¿Será posible que la escuela pueda distribuir las reglas de la sociabilidad? Si acordamos con la idea según la cual la competencia lingüística es uno de los componentes del capital cultural y éste es el resultado del nivel de instrucción alcanzado y de la trayectoria social recorrida, entonces, uno de los objetivos pedagógicos debe ser que los jóvenes incorporen a sus hábitos, en situaciones de interacción, reglas cultas provenientes de la práctica de los profesionales de la expresión escrita mediante una labor de explicación y codificación. En este caso, que la escuela se proponga enseñar (tanto teórica como prácticamente) las reglas de la conversación puede resultar una buena forma de educar para la sociabilidad.
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OSVALDO DALLERA es Especialista en Didáctica por la UBA. Obtuvo el diploma en Ciencias Sociales con mención en Gestión Educativa en FLACSO; es también profesor de Filosofía y Pedagogía. Este año completa la licenciatura en Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Se desempeñó como docente en la cátedra de Semiótica de los Medios Masivos de Comunicación en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires y en otras instituciones de nivel terciario. Desde 1992 se desempeña como Rector en el Colegio Schönthal. Ha publicado Problemas de Filosofía, Signos Comunicación y Sociedad, Comunicación y Creencias, ¿Quién es La Gente?, La Razón Educada, La escuela razonable y otros trabajos relacionados con la filosofía, la comunicación y la educación.
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